Rozando la cincuentena a veces me sorprendo de mi propia incapacidad como ser humano. Intento profundizar en el pensamiento.
Soy humano, y por naturaleza sufro. Por naturaleza, porque no hay ser humano que no sufra. Es condición innata en el ser humano. ¿verdad? es una pregunta al aire. Sin mas.
No hablo de la felicidad. Ni de la infelicidad. Sino del sufrimiento. En todas sus caras. En todas las facetas de la vida de un ser vivo.
A veces me paso un buen rato mirando a mis animales, mi perra y mi gata. Me pregunto si tendrán mis incertidumbres, mis tristezas, mis alegrias, mis anhelos, y mis sueños. A mis sueños nocturnos me refiero.
Hoy soñé que cuidaba a mi padre. Esa persona maravillosa que aún siendo una referencia extraordinaria en la vida, resulta implacablemente ser el pilar existencial de admiración al que no le llego a la punta de sus zapatos.
Soñaba que le ayudaba a levantarse pues las caderas ya no le respondían.
Y soñaba que nos reíamos mientras bromeábamos sobre la insoportable levedad del ser y lo rápido y brutalmente sincero que resulta ser el tiempo que pasa, y que ya ha pasado.
Y mientras nos reíamos sobre nuestra incapacidad humana, sobre nuestra futilidad existencial, sabíamos que en el infinito del universo de nuestra mente nunca ha existido un amor tan profundo entre ambos. El amor por tus padres es algo que no se puede explicar con palabras, y quizás por eso nadie habla demasiado de él. No hace falta. Es la verdad que todos conocemos.
Aun le veo deslizándose con mi sancheski a velocidades inimaginables. Y golpeándose girando en el aire haciendo cabriolas al final de una curva prodigiosa. Aún le veo decidiendo que ya no tenía edad para subir en esos cacharros mientras se daba cuenta de su fragilidad como hombre, padre y ser. El, que daba dos pasos en una pared antes de volver al suelo. También vio el paso del tiempo en su pantalla.
El tiempo.
Se trata de hacerlo bien mientras dura tu tiempo.
Hacer el bien mientras paseas por tu tiempo.
Buscando la imperfección. Y dándote cuenta que la perfección se encuentran de frente en el mismo camino que la libertad de decidir y la imperfección de ser.
Ser. Y decidir.
La imperfección es lo que me hace humano.
Y en mi sueño, a punto de morir, con lagrimas en los ojos, pero con una sonrisa profunda hasta el ama, me despedía de mi padre.
El que moría era yo.
“Has vivido. Has sufrido. Has reído y gozado. Has sido humano”
Ojalá pudiera explicarlo.
Afortunadamente soy la persona mas imperfecta que he conocido.
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