A muchos les parecerá una medida oportunista, pero lo cierto es que es inevitable.
El empleo ya no volverá, y si vuelve no será el mismo. De hecho hace mas de una década que se marchó para definitivamente no volver.
El cambio tecnológico y científico de una humanidad empecinada en evolucionar, ha estado esperando un momento como este. Agazapado como una goma elástica cargada con energía cinética a punto de reventar. La inteligencia artifical, el machine learning, la industria4.0, la automatización de las tareas, la robotización. En definitiva millones de puesto de trabajo serán historia en muy poco tiempo. Un tiempo que algunos usarán para actualizarse, prepararse y educarse, pero la gran mayoría seguirán esperando a que el papa estado se encargue.
Pero esa educación necesaria para preparar a parte de la población aún está solo al alcance de unos pocos. De hecho, la misma sociedad tradicional encargada de apalancar la formación aún no está preparada. Ni de lejos. Las organizaciones tradicionales del gobierno y los empresarios llevan un retraso de 10 años en la actualización de sus planes de formación. Son loables sus esfuerzos, pero no están a la altura de lo que ya demanda el mercado.La propia selección de los formadores, son el reflejo de los que seleccionan a los formadores. Por lo que los resultados son pobres y testimoniales.
Las universidades y centros tradicionales han perdido el rumbo. Siguen anclados a sus planes históricos de formación. Sin renunciar a sus métodos prehistóricos, pesadas cadenas que nos les permiten actualizarse con valentia asumiendo los nuevos retos. Otros si lo están haciendo. Organizaciones no académicas están tomando el relevo de la educación y la formación especializada. Algunas les ponen el sello de calidad, y han encontrado incluso su modelo de negocio.
La alternativa es asistir a formaciones menos ortodoxas, o formales. Afortunadamente hay entidades académicas que ya llevan algunos años adaptándose y viendo las orejas al lobo. En estos momentos sus iniciativas están a la altura, y facilitan la formación en campos que ahora nos parecen especializados pero que serán algo habitual en menos de una década,
El COVID19 es el catalizador que todo un nuevo escenario industrial (y social) necesitaba. Porque realmente lo necesitabamos. Necesitabamos un reset.
Y el empleo tradicional (tal y como lo conocemos), desaparece en ese cambio.
Dejando el hueco a otras muchas profesiones, que ya vienen avisando hace años sobre ellas, pero que nadie, o muy pocos, se han preparado para su inminente llegada.
En este escenario, que provocará otros similares en paralelo (sanidad, educación, economía..), afectado radicalmente por la postguerra PostCOVID19, deberán de existir formulas sociales para que la sociedad no colapse. Sobre todo a la sociedad mas inadaptada, débil, o marginada. La Renta Vital Mínima es una solución. Es la única solución.
Es evidente, y todo el mundo se da cuenta, que hace décadas que los gobiernos solo pueden llevar el timón de forma reactiva. Recordemos el 2008. La crisis provocada por la industria financiera convenció a los gobiernos para que salvaran la industria financiera.
Los gobiernos están a merced de las tempestades globales de los mercados.
Los gobiernos solo pueden navegar para sobrevivir y para ayudar a que los mas desfavorecidos no se vean arrastrados por las olas de las distintas tempestades que en todos los ámbitos asolan a nuestra civilización.
La única forma de mantener nuestro estado social es que los gobiernos se centren en la parte mas ancha de la campana de Gauss, en esa población que en este cambio de paradigma va a ser mas afectada. Ha pasado en otras ocasiones, y volverá a pasar. De eso no hay duda.
Los momentos mas convulsos de la historia humana han sido originados por una población injustamente tratada y hastiada de los abusos, daba igual su procedencia. El fin del feudalismo, la revolución industrial, el fin del control de la iglesia.. siempre la goma estaba cargada para soltar su energia.
Ahora estamos igual y estaremos peor si no se actúa para conservar el nivel del bienestar con el que está acostumbrada la población.
No todo el mundo puede ser emprendedor, ni tiene capacidad empresarial, ni tiene abrigo social para hacerlo y menos en un país donde aún son bichos raros y cuesta arrancar con la carga impositiva que se les exige desde el comienzo.
La renta vital hará que una gran parte de la economía siga rodando.
Si no se hace así, cuando salgamos del confinamiento y nos enfrentemos a la realidad, veremos como la economía sumergida campará a sus anchas, la brecha social se hará insalvable haciendo que nos vayamos convirtiendo en un país mas propio de latinoamérica o africa.. y no vale echar la culpa al gobierno. Los gobiernos cada vez tienen menos importancia. Y menos capacidad de maniobra.
Es necesario permitir y asegurar que una parte de la sociedad viva con dignidad. Integrados en nuestra sociedad. Y los primeros que lo necesitan son las clases mas adineradas, que si son inteligentes deberían de ver con buenos ojos la subida de los impuestos.
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